viernes, abril 25, 2025
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TRADICIONES Y COSTUMBRES POPULARES: Viajes de novios y diferencias de clases entre esposas e hijos

EUGENIO LÓPEZ CANO

En las familias acomodadas se tenía costumbre salir de viaje de novios al día siguiente, durante dos o tres días como máximo. En este caso, como es natural, el lugar elegido estaba en consonancia con los medios económicos que dispusieran. Así algunos, muy pocos, solían ir a Palma de Mallorca, y los demás, raramente y como mucho, a Badajoz o a un pueblo para visitar a la familia y dar a conocer al novio o a la novia. La mayoría de las parejas pasaban la luna de miel en sus casas, sufriendo los días siguientes la visita en su dormitorio de la madre o suegra respectivas para desearles los buenos días, al tiempo que les servía el desayuno en el mismo tálamo, consistente en chocolate con bizcocho, soportando la vergüenza, como cabe suponer. Entre la gente más pobre, el día siguiente suponía otra jornada más, claro que con una alegría diferente y un futuro más prometedor: el marido a su trabajo y la mujer a sus nuevos quehaceres.

  Los padres de los novios, cuando su peculio se lo permitía, solían darles a sus hijos el llamado pan de la boda que consistía en proporcionarles una cantidad de dinero determinado para hacer frente a los primeros días, o también facilitarles el equivalente al sustento de un año, o bien invitarles a comer alternativamente en cada una de las casas durante el mismo tiempo.

  Finalmente, a título de curiosidad, diremos que la mujer casada solía salir muy poco de casa con el marido, si bien lo hacía en contadas ocasiones, y siempre en las fiestas más señaladas como el segundo día de feria, conocido popularmente con el nombre de los casados, en cuyo festejo los matrimonios volvían a desempolvar el traje de la tornaboda, disfrutando de la fiesta en compañía de la familia.

  En las clases más pobres, las mujeres casadas se desprendían de las prendas más alegres para vestirse con ropa negra u oscura. El pelo, por ejemplo, suelta la melena cuando soltera, al contraer matrimonio se lo recogía en un moño, o se escondía debajo de un pañuelo. Es decir que la mujer debía ser, no ya más recatada, que a fin de cuentas lo era, sino parecerlo a la vista de la sociedad que debía juzgar su manera de comportarse.

  En las clases alta y media la mujer era la encargada de disponer de los asuntos domésticos. El marido, en cambio, se ocupaba de trabajar o administrar sus bienes para contribuir al bienestar de la familia, al tiempo que se ocupaba, digamos, de los asuntos más serios de la casa. El hombre, por tanto, es el que ejerce la supremacía hasta el punto de ser el único depositario del dinero, excepto en aquellos casos, raros en aquella época, en los que la mujer llevaba los pantalones en casa, o lo que es lo mismo, tomaba las riendas del hogar, algo, como puede suponerse, mal visto por los demás, señalando al marido como alguien que se deja llevar por la mujer, sin ejercer autoridad alguna.

  La vida para unas y otras era totalmente diferente. Las señoritas o mujeres de casas pudientes, por ejemplo, gozaban de mejores comodidades que las demás. Algunas, aprovechándose de los bienes familiares o de las bondades económicas que pudieran gozar entonces, tenían modistas que les cortaban vestidos y abrigos, además de varias mujeres sirviendo, unas en el cuerpo de casa, esto es, de cocinera o niñera, y otras como simples criadas para todo lo demás. Tanto era así que, según me cuentan, había señoritas que ni siquiera pegaban un botón, tarea que en este caso se ocupaban ciertas mujeres que se dedicaban a ir por las casas a coser.

  Las mujeres de la clase media, en cambio, se ocupaban de todos estos menesteres, tales como hacer la comida, coser, zurcir, confeccionar medias, cortar mantones o vestidos y ropa para sus hijos, etc.. Las más económicamente débiles, tenían además que ir a por agua a la fuente, lavar al río.., trabajar fuera de casa como criada o desarrollando trabajos de costureras, lavanderas, blanqueadoras, etc..

  Los hijos, para hacernos una idea de la conformación social de aquella época, tenían destinos totalmente opuestos. Entre los ricos, algunos varones cursaban estudios fuera de la localidad, sin que la mayoría acabase la carrera. Si no ejercían, o colgaban los libros, terminaban por administrar los bienes de la familia o colocarse en un puesto de trabajo acorde con su clase social. Las hijas, tanto las de las clases alta como las de la media, estudiaban cultura general y bordado en el colegio de las monjas de la localidad.

  Los niños varones de la clase baja iban poco a la escuela, y muchos ni siquiera ponían el pie en ella. Desde temprana edad los colocaban de peones, recaderos, cuidadores de ganado, etc., la mayoría de las veces sin cobrar un salario, y sólo por el interés de sus progenitores que deseaban que aprendiera una profesión para el día de mañana. Las niñas, por supuesto, iban menos a la escuela, y acababan trabajando de niñera, criada, en las faenas del campo, etc.., por el suelto de pocas monedas y comida. Más tarde, como sabemos, vendría la enseñanza obligatoria con la que adquirían un poco de instrucción escolar, insuficiente para salir de la precariedad laboral que existía.

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PORTADA: El traje blanco de novia, como se decía, quizá para diferenciarlo del tradicional, acabó por imponerse en la nueva sociedad al disfrutar de un realce mucho mayor del que antes se tenía. A diferencia de la sobriedad -no confundir con falta de belleza- de los trajes de novia hasta entonces, el moderno daba la oportunidad de ofrecerse más espectacular al conjugarse lindeza y fantasía (Autor: desconocido. Año: 1951)

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